El Cuauhtémoc y el rumbo extraviado, Por Oscar Kaufmann de Torres y Carrera México


El pasado sábado, en un hecho desgarrador y simbólico, el buque escuela Cuauhtémoc, orgullo de la Marina mexicana, colisionó contra el puente de Brooklyn, una de las estructuras más icónicas de los Estados Unidos. Más allá del accidente y las terribles imágenes que vimos en todos los medios del suceso, fue inevitable ligarlo como una brutal metáfora de lo que estamos viviendo en México. El choque del buque Cuauhtémoc, su enorme bandera ondeando con orgullo en la popa del velero, sus tripulantes orgullosos, encaramados sobre las crucetas de sus mástiles antes de colisionar contra el puente, puede leerse como algo más profundo: la imagen del presente incierto que atraviesa México, y del impacto inevitable contra los límites impuestos por una potencia que, se quiera o no, sigue marcando el ritmo.
El Cuauhtémoc no es un barco cualquiera. Es una representación flotante de los valores, la formación y la tradición naval mexicana. Lo hemos visto surcar los mares como embajador de buena voluntad, proyectando una imagen de disciplina, preparación y orgullo nacional. Verlo estrellarse contra una estructura tan cargada de significado como el puente de Brooklyn —un emblema del poder estadounidense— es un recordatorio doloroso de lo que pasa cuando las naciones navegan sin una brújula clara.
En los últimos años, México ha oscilado entre el desafío retórico a Estados Unidos y la dependencia tácita de su economía. Avanzamos a la deriva, de reversa, sin claridad en las coordenadas. El resultado: una colisión inevitable. No se trata de una crítica simplista al gobierno actual, sino de una llamada de atención más amplia sobre cómo se ha perdido la capacidad de articular una política exterior coherente, estratégica y digna.
El puente de Brooklyn, más allá de su utilidad vial, representa el paso entre dos mundos: lo tradicional y lo moderno, lo periférico y lo central, lo vulnerable y lo dominante. Que el Cuauhtémoc lo haya golpeado no solo es un accidente técnico; es un acto fallido que delata una tensión no resuelta. En ese golpe resuena la dificultad de México para insertarse en un mundo donde las reglas del juego ya no se escriben desde la dignidad soberana, sino desde la lógica dura del poder económico y militar.
El incidente debería ser asumido como lo que es: una oportunidad para la reflexión. ¿Estamos realmente preparados para dirigir el destino nacional con claridad y firmeza? ¿Quién está al timón del país? ¿Qué coordenadas nos guían?
México necesita más que símbolos; necesita dirección. La imagen del Cuauhtémoc, herido tras el choque, con sus mástiles quebrados es profunda e inquietante. No basta con izar banderas si no sabemos hacia dónde navegamos.
Y quizá, lo más alarmante, es que en este momento histórico no solo hemos perdido el mapa. También parece que hemos perdido el timón. Descansen en paz los cadetes caídos.
hashtag#cuauhtemoc hashtag#Mexico hashtag#ForeignPolicy hashtag#Comunicacion Torres y Carrera Torres y Carrera México

Facebook
WhatsApp
Telegram
LinkedIn
Email

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

El Cuauhtémoc y el rumbo extraviado, Por Oscar Kaufmann de Torres y Carrera México